PROYECTO FNDR - CULTURA 2012 CIC COLECTIVO LA SILLA
jueves, 20 de diciembre de 2012
sábado, 15 de diciembre de 2012
lunes, 3 de diciembre de 2012
domingo, 11 de noviembre de 2012
El Pancho Loco
María Cristina
Ogalde
Talcahuano es una ciudad con historia, rica en personajes
mágicos y lugares ancestrales. Hoy
rescatemos de la memoria colectiva la presencia de: “el Pancho loco”. Quien que
no sea “chorero”, no lo vio por las calles de Talcahuano en los años sesenta
con su atado de diarios amarrados por una correa sujetándolos a un costado, su
figura un poco encorvada por el peso de las noticias cargadas en su cadera o
por años vividos que ya eran muchos. Recuerdo que en su rostro desgreñado tenía
un ojo de color y un ojo emblanquecido (bien poco veía el hombre), el cual
inspiraba mucho temor a los niños, después adulta comprendí que su ojo blanco
era una nube que opacaba su visión. Con todo esto lo que más impresionaba de
este personaje, chorero cien por ciento, era su alucinante vozarrón con que
anunciaba los diarios y peleaba con los niños que lo molestaban. Seguramente
era dueño de una gran hiperkinesia, que infundía mayor terror a los niños,
todos arrancábamos cuando llegaba el “Pancho Loco” al barrio. Tanto en el
centro como en los cerros, en el Arenal o en Gaete, en el Morro o por el
malecón. Los chicos más audaces osaban molestarlo lo que desataba sus iras,
carreras iban, carreras venían, arrancando del “Pancho Loco”. A veces llevaba
un palo en su mano, tal vez para apoyar su figura encorvada, que aparentemente
no medía más de un metro cincuenta y cuatro pero que desde la pequeñez de mi
infancia, lo veía enorme y aterrador, ágil, capaz de alcanzarme hasta el propio
patio de mi casa en la calle Infiernillo que después pasó a llamarse Juan de la
Cruz Tapia, frente a la laguna y a la cancha Macera, verdadero tierral que
quitaba rapidez a mis piernas infantiles. Con el correr del tiempo, mi niñez se
fue pasando en el Liceo Fiscal tuve una amiga muy querida y por ahí por el
tercer año fui a su casa en la Población Morgado, a pedirle unas tareas, y
tamaña sorpresa me llevé pues quien me abrió la puerta era el mismísimo “Pancho
loco”, con pantuflas, no tenía los diarios cargando al costado ni el palo en la
mano pero con el mismo e inconfundible vozarrón me preguntó a quién buscaba: me
quedé muda, mis neuronas juveniles estaban procesando la imagen que recibía, no
sabía si salir arrancando o responder la pregunta, después del primer instante,
con un dejo de admiración respondí.
Mientras iban a buscar a mi amiga, pude comprender que “el Pancho loco”, era
una persona, tenía una vida, una familia y un trabajo que desempeñó muy bien.
Aún están en mi retina las dos imágenes, el vendedor de diarios y el dueño de
casa, abuelo de mi amiga.
HIGUERAS Y LOS HUACHIPATINOS
Este sector, se formó en torno
a los conjuntos residenciales destinados a los empleados de la Usina de Huachipato, con lo cual
se formó la Villa Presidente Juan Antonio Ríos, la que se dotó de
implementaciones básicas tales como hospital, estadio, comercio y servicios
básicos. Con el tiempo, se han ido construyendo otras poblaciones, aprovechando
el equipamiento existente. Actualmente, el hospital, en proceso de
normalización, está cambiando fuertemente su cara, modernizando notablemente su
infraestructura. Como todos sus moradores eran trabajadores de Huachipato se
les llamaba huachipatinos y fueron en
sus inicios un barrio privilegiado, por contar con entradas económicas
fijas mensualmente y que, según el pueblo no era poca, tenían un
cierto estatus social. Lo que contribuía a este mito eran las fiestas de
navidad para los hijos de los huachipatinos. Su empresa se encargaba de
entregarles hermosos y costosos juguetes que el día 25 de Diciembre alfombraban
las estrechas calles de este sector. Muñecas gigantes, muñecas que hablan,
carros y autos a control remoto, triciclos y bicicletas, múltiples colores y
ruidos infantiles que en otros barrios no se veían, con el tiempo se envejeció
como todos, abundaron los jubilados, los hijos emigraron y las navidades soñadas
dejaron de existir.
EL BARRIO BILBAO
Gladys
Amigo
J.V.
ARENAL
El
centro comercial de antaño no era la calle Colón ni Bulnes, ni la Galería Atik,
ni la de la Cámara de comercio. No señor, el Centro Comercial era la calle
Bilbao, unas tres cuadras de la calle Colón perpendicular a Bilbao, la Avenida
España y Pedro Montt, hasta llegar al malecón de San Vicente, allí en ese
terminal pesquero todos llegaban a comprar la merluza aún dando boqueadas de
fresca, las jaivas, las pancoras, las perchas de piures, las mallas de cholguas,
las sierras, los congrios y unos locos que no cabían en la palma de la mano, así
de grandes eran, todo barato y fresco. Había otro centro comercial, se ubicaba
en la calle Pedro Montt, ahí estaban las ferreterías, allí se podía comprar
desde el carburo hasta las alpargatas, perros de ropa, cordeles, limpiolina y
lanolina. Por la Avenida España estaban los almacenes y las carnicerías, en la
calle Malaquías Concha al llegar a
Bilbao la vega con sus verduras. En Bilbao se encontraban las tiendas, zapaterías,
farmacias, panaderías, librerías, fuente de sodas, restaurantes, mueblerías
peluquerías, perfumerías, sastrerías toda la gran variedad de comercio
establecido estaba representado allí y
en parte de la calle Colón. Eran calles hermosas
siempre atiborradas de gente. Por el costado paralelo a Colón, estaba el barrio
chino con el Nuria, las reconocidas regentas de prostíbulos: la tía Yola, la tía
Carlina y sólo sabe Dios cuántas otras tías se instalaban en la calle Barros
Arana. Ayudaba a este barrio cosmopolita y variopinto la estación de trenes
Arenal, que era el brazo largo y rural de gente de otros barrios que venían a
intercambiar sus productos para satisfacer sus necesidades y deseos de
distracción y naturaleza.
CALETA EL MORRO
Esta caleta nace en la isla Rocuant en los años 1935. Por Decreto Supremo se establece que en los
faldeos del Cerro El Morro de propiedad
o manejo de las Fuerzas Armadas quienes en su sima tenían contingente apostado,
se construyeran viviendas en formas de pabellones para que fueran habitadas por
los pescadores artesanales más precarios de la isla Rocuant. Sus playas eran el
único balneario popular donde era
costumbre no solo bañarse sino también “sacar tacas”, molusco apreciado que se
podía comer a orilla sólo con limón o cocidas untadas en ají rojo. O carbonada
o caldillo o con arroz…en fin mil maneras de cocinarla según la imaginación
popular de la dueña de casa. Los habitantes de la Caleta El Morro
comercializaban este producto en pequeños negocios, casi en la clandestinidad.
La Armada controlaba el recinto. También se vendía pan, tomates y frutas para
los veraneantes de día o los que acampaban en la playa, los más osados
levantaban ramadas y ofrecían al turista pescado frito, papas cocidas, pebre y
“bien regado con tinto o del otro”. Con el tiempo y como la población fue creciendo
con los hijos y los hijos de los hijos que se casaban y también se dedicaban a la pesca artesanal
se formó el Sindicato de Pescadores y después el Club Deportivo. Era todo un
paraíso, nuestra Caleta El Morro, con el estadio deportivo donde el Club Naval
cosechaba triunfos y atraía público, el mejor y preferido balneario popular del
puerto. Este placebo de la naturaleza solo fue interrumpido en los años 52
cuando Estados Unidos lanzó una bomba atómica en el Pacífico y la mar entró a
nuestras casas, en el año 60 con el terremoto de Valdivia pasó lo mismo y entre
esos años en forma lenta y disfrazada de prosperidad entraron las pesqueras,
primero en forma rudimentaria, con promesas económicas para nuestros padres,
pero al crecer la flota pesquera de las empresas creció el desastre económico
al aguas. Se volvieron rojas, el aire irrespirable, murieron las tacas, murió
la playa, se fueron los bañistas y quedamos nosotros con nuestra carga
nauseabunda y pestilente de los residuos de las pesqueras.
En el año 71 se formó la Junta de Vecinos para
defenderse y trabajar por el bienestar de los vecinos junto al municipio. Las
pesqueras se fueron y comenzó a recuperarse lentamente el borde costero hasta
que llegó el 27/ F con sus olas gigantes y su gran terremoto, arrasó con todo,
casas, botes, barcos. Nada se salvó. La laguna Recamo, hogar de innumerables
aves y peces, hasta cisnes de cuello negro que llegaron del sur. De caleta
turística artesanal nos convertimos en la Aldea El Morro, en el patio del
Estadio El Morro. Con la reconstrucción de la comuna y el nuevo plan
regulador de Talcahuano tenemos la
esperanza de volver a ser artesanal y turística ofreciendo al visitante la
hermosura de nuestra playa.
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